viernes, 2 de noviembre de 2012

Falsas apariencias y un juego de cartas


Lo que me dispongo a escribir a continuación es algo que no debería escribir ni contar pero lo necesito y espero que ella entienda el motivo y me perdone por ello.

Hace 22 años que conozco a una chica, una amiga. Vivimos en el mismo barrio y prácticamente nos hemos criado juntas, pero nunca fuimos grandes amigas. Ella tenía su grupito de amigas y yo las mías. Pero hace aproximadamente 6 años que todo esto cambió. Un cambio radical en su vida daría lugar al inicio de lo que hoy es nuestra amistad. Muchos saben que la amistad que nos une es muy grande, pero casi todos ignoran la historia que hay detrás.

Por aquellos entonces, ella acababa de terminar la ESO. Sus mejores amigas eran las del colegio, con las cuales compartió toda su infancia y parte de su adolescencia. Era la hora de empezar una nueva etapa, la del Bachillerato, pero la distribución de clases hizo que ella cayera en un clase diferente a las de todas sus amigas. Se quedaba “sola” en clase. Acostumbrada a pasar muchas horas con ellas, no consiguió asimilar este obstáculo para algunos, problema para ella. Parecerá una tontería, pero cada persona es un mundo y no todos aceptamos los cambios de la misma forma. Ella veía que esta separación podía dañar su amistad con ellas, y más tarde, tristemente confirmaría este hecho. Sus mejores amigas, las que habían estado con ella cada día desde pequeñas empezaron a darle de lado, no la llamaban, le ponían escusas para no verla y alguna que otra se encargó de hacerle más daño de la cuenta, daño que voy ahorrarme y que sufrió durante cerca de dos años.

 Así y de esa manera, empezó a sentirse sola con escasos 16 años. Ella, cada día se preguntaba ¿Por qué me hacen esto? ¿Por qué a mí? Día tras día tenía que ver como ellas eran felices, entraban y salían, mientras ella se quedaba en casa llorando y sin amigas. Tal llegó el extremo,  que quiso dejar el bachiller, quiso dejar de estudiar. No se sentía con fuerzas ni ganas de seguir adelante. El dolor que aquella situación le causaba era más grande que sus ganas y capacidad de afrontarlo. Es duro ver como una niña de apenas 16 años, empezaba a entrar en una depresión que la sumía a no querer ir al instituto. Sin más amigas con las que salir y compartir, y sin ganas de estudiar y seguir adelante ¿Qué más le podía quedar?
Pues una madre. El coraje y el amor de una madre, que haría cualquier cosa por verla bien. Charla tras charla con ella, día tras día, hora tras hora dedicada a escucharla, aconsejarla. Ante la desesperación y decidida a no verla hundida, acudió a un especialista. Haría todo lo que hiciera falta, y movería cielo y tierra por verla de nuevo bien.

Nosotras, un día, sin más, empezamos hablar, le pregunte que le pasaba y decidió contarme por lo que estaba pasando. En aquel momento, no sabía que podía hacer por ella, así que me limité a escucharla. Tampoco es que nos uniera una gran amistad, pero día tras día, justo después de comer, las dos nos asomábamos a una ventana y pasábamos horas y horas hablando, bueno más bien me limitaba a escucharla. Escuchaba todo lo que llevaba dentro, todo el daño que le producía vivir aquella situación. Escuche frases duras por su parte, que para mi quedaran guardadas. La he visto soltar muchas lágrimas por unas amistades que demostraron que no merecían la pena. Dos años de instituto de verdadero tormento lo que vivió. Pero como todas las etapas, esa también llegó a su fin. Con esfuerzo y ayuda, consiguió sacarse bachillerato. Pero no solo había conseguido superar el problema, afrontarlo y sacarse un titulo, ganó una amiga, quizás una, pero mucho mejor que las que dejó atrás, yo. Fue ahí donde realmente comenzó nuestra historia. Esta amistad que crece cada día más y se hace más consistente. 

Hace 6 años cuando todo esto comenzó, ella me escribió una carta, me daba las gracias por haber estado ahí, por no haberla dejado sola y por haberme convertido en uno de sus apoyos en todo ese tiempo. fue entonces cuando le hice un trato, cada cumpleaños, una le escribiría una carta a la otra, contando cómo había vivido ese año. Trato que no podía romperse si alguna de las dos se marchaba fuera a estudiar o cualquier otro motivo. Prometimos que cada cumpleaños cada una recibiría su carta. Y así ha sido, hace 6 años que comenzó un juego de cartas entre las dos.

Una vez acabado el instituto, comenzaría una etapa distinta, la universidad. Dejando atrás todos sus miedos, afrontaba este reto con ganas e ilusión por conocer a gente nueva. Gente de verdad. Sabia quería en su vida y que no. En los tres años de carrera, pudo reemplazar todo el daño que vivió por alegrías y buenos momentos. Grandes amigas le ha dado, y sé que en especial una. Una por la que ha llorado al verla partir a su ciudad. Una amiga que estaba a muchos km de ella y que ahora esta cerca. Una amiga que se ha convertido en una hermana para ella.

Un día, ambas, conocieron a unos chicos.  Unos chicos que poco a poco se convirtieron en grandes amigos de ellas. Empezaron a quedar y a formar un grupo muy bonito del cual ella me hablaba mucho. Me hablaba ilusionados de ellos, de lo que reía. De que salían y entraban juntos. De las fiestas que se daban. Me contaba cómo eran. De que eran muy buenos. Y de que poco a poco se estaban convirtiendo en personas muy importantes por ella. Al fin tenia lo que siempre había querido. Amigos, pero no amigos cualesquiera. Sino de los de verdad. De los que ella empezaba a querer. Era feliz. Tanto, que la Nochevieja pasada, la pasamos en una casa, casa que estuvo ocupada por unas 12 personas. Personas que ella quería un montón. Tras volver,, me dijo: “Me siento mal, me siento vacía, necesito volver a esa casa con todos”. Palabras que me demostraron que significaba esas personas para ella.

He de decir que cuando ella considera a alguien que merece la pena, lo da todo. Es la primera que se presta a cualquier cosa. Lo que haga falta. Sin mirar nada. E intenta hacerlo lo mejor posible. ¿Pero qué pasa cuando empieza a ver que le fallan por segunda vez?

Cuando cree tenerlo todo, siente que la historia se está repitiendo de nuevo.  Aunque esta vez no tiene 16 años sino 22 y no está dispuesta a que nadie la pisotee ni la haga sentirse inferior a nadie. Ese grupo de amigos del que tanto me había hablado, se desvanece para ella. Tras haberse visto en medio de una discusión, de la cual no tiene culpa ninguna, sino todo lo contrario, solo intentó ayudar y hacerle el bien a una persona que quiere muchísimo, vuelve a sentirse “sola”. ¿Por qué se le falta el respeto, se le grita en mitad de una calle y nadie pide le perdón? ¿Por qué tiene que hacer como si nada ha pasado y pasar página con esas personas? ¿Por qué tiene que aguantar eso? ¿Por qué tengo que permitir verla llorar? ¿Por qué tengo que soportar yo que esas personas le hagan daño? ¿Por qué esa gente no se para a pensar en ella un poco? ¿Por qué no piensan en todo lo que ella le ha dado? ¿Por qué personas a las que quiere de verdad, la decepcionan? Si alguna de esas personas cree que tienen algo malo para echarle en cara a ella que sean capaz de decírmelo y entonces seré yo quien pida perdón por haber escrito esto. No pretendo dar pena con esta historia. Ella hace tiempo que la asumió y la afronté, pero dejad de hacer daño. Dejar de querer ser el centro del mundo, y ver más allá de vosotros mismos. Porque no solo perdéis una amiga, perdéis mucho más cosas que solo el tiempo os hará ver. Y hay personas que pierden mucho.  

Os preguntareis quizás porque me meto en todo esto, pero es que me cansé. Me cansé de las falsas apariencias, de las falsas amistades, de las amistades convenidas, del hacer daño solo para joder. De yo quedo contigo, para que la persona vea que hemos quedado. Me he cansado de que el bueno de la película siempre sea el bueno y no pueda ser el malo, escuchar engaños, de que se excuse lo inexcusable. Me he cansado de vuestro “grupo de amigos ideal”. No hay grupo. No hay nada. 

Solo me queda decirle a ella, que aunque la historia vuelva a repetirse, NO ESTAS SOLA, no lo has estado y no lo estarás. Que lo que no mata, te hace más fuerte.


Ella se desahoga conmigo, yo lo hago aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario