A veces me pregunto qué parte
de mi cuerpo se pondrá en funcionamiento para hacer que me ponga delante de un
ordenador y deje a mis manos deslizarse sobre el teclado. Pero esas mismas
veces son las que termino sabiendo la finalidad por la que escribo.
Hay quienes piensan que tras
mis letras se esconde una simple aficionada, una más queriendo llamar la atención
o una niña que muestra la triste realidad. Si yo tuviera que contestar a esa
pregunta diría que soy un poco de las tres cosas. Yo escribo porque quiero,
cuando quiero, de lo quiero y sobre todo lo que yo siento. De mi propia
realidad. Esa en la que participa mi yo y el resto de personas que me rodean.
Esas personas que complementan lo que soy, y lo que voy siendo gracias a ellas.
Y cuando hablo de ellas me refiero a personas que quiero en mi vida y a
personas que no. Porque todo lo bueno es bienvenido, y de lo malo siempre se
aprende.
El por qué escribo es
sencillo, en mis historias el papel fundamental lo juegan otras personas. Personas
que en un momento de mi vida marcan un antes y un después. Personas que
representan una parte de ti en otro lugar. O justamente representa todo lo que tú
no quieres.
Justamente esta entrada se la
dedico a una persona especial. Una persona que me ha enseñado en muy poco
tiempo el valor y el coraje de salir adelante a pesar de recibir uno de los
palos más difíciles de la vida: perder a un padre siendo joven. Cuando empiezas
a conocer a una persona jamás imaginas cuál es su historia, que lo lleva a
actuar de una manera o a ser de otra. Jamás intuyes que tras una amplia
sonrisa, se esconde una amarga historia. Que tras el sonido de una carcajada, brota
una lágrima silenciada. Tendemos a juzgar sin conocer, y a conocer sin
preguntar. Pero cuando dedicas cinco minutos de tu vida a escuchar, todo un
mundo puede cambiar…Y así, aun sin saber por qué ni como, esa persona me
escogió a mí. Me escogió entre muchos para que lo escuchara, para que dedicara
cinco minutos de mi tiempo en no pronunciar una sola palabra mientras sus
sentimientos afloraran. Cinco minutos que
me bastaron para saber que detrás de esa fachada había un corazón herido con
ganas de luchar. Cinco minutos que hicieron que esa persona tocara la parte más
sensible de mí: mis propios sentimientos. Unos sentimientos que se vieron
envueltos por su capacidad de querer reponerse ante cualquier situación por
grave que sea.
Hoy, quería darte las gracias
a ti, tu que lees estas líneas y que sabes que van dedicadas a ti. Gracias por recordarme
cuales son las cosas importantes de la vida: la familia, los amigos y las
relaciones que se establecen entre ambos. Porque al final los amigos terminan convirtiéndose
en familia. Gracias por ser como eres, por no abandonar nunca tu sonrisa en público
aunque por dentro estés llorando. Gracias por demostrar que contigo se tiene un
amigo hasta el final. Eres único y tú lo sabes. Y quien no lo quiera ver no es
tu culpa. Ahora más que nunca, piensa en ti, en lo que quieres, márcate unos
objetivos, lucha por ellos y no decaigas nunca en el intento. Demuéstrale a esa
persona especial que se ha ido que lucharás por los dos, porque puedes. Quizás
ahora es momento de dar un paso al frente, y de los grandes. De cerrar capítulos
de tu vida que ya no aportan más que dolor, y abrir nuevas ventanas que te
traigan aire fresco y renovado. Se feliz y nunca dejes que nadie te haga sentir
lo contrario.
Quizás te preguntes porque
escribo esto, pero como ya he dicho arriba, escribo cuando lo siento. Tenía la
necesidad de escribir, de decirte quizás todo lo que en persona no me sale
decir. Pero sobre todo para que puedas leerlo siempre que lo necesites.
No lo olvides, busca tu propia felicidad…y se muy Feliz.