viernes, 18 de octubre de 2013

Cinco minutos

A veces me pregunto qué parte de mi cuerpo se pondrá en funcionamiento para hacer que me ponga delante de un ordenador y deje a mis manos deslizarse sobre el teclado. Pero esas mismas veces son las que termino sabiendo la finalidad por la que escribo.

Hay quienes piensan que tras mis letras se esconde una simple aficionada, una más queriendo llamar la atención o una niña que muestra la triste realidad. Si yo tuviera que contestar a esa pregunta diría que soy un poco de las tres cosas. Yo escribo porque quiero, cuando quiero, de lo quiero y sobre todo lo que yo siento. De mi propia realidad. Esa en la que participa mi yo y el resto de personas que me rodean. Esas personas que complementan lo que soy, y lo que voy siendo gracias a ellas. Y cuando hablo de ellas me refiero a personas que quiero en mi vida y a personas que no. Porque todo lo bueno es bienvenido, y de lo malo siempre se aprende.

El por qué escribo es sencillo, en mis historias el papel fundamental lo juegan otras personas. Personas que en un momento de mi vida marcan un antes y un después. Personas que representan una parte de ti en otro lugar. O justamente representa todo lo que tú no quieres.

Justamente esta entrada se la dedico a una persona especial. Una persona que me ha enseñado en muy poco tiempo el valor y el coraje de salir adelante a pesar de recibir uno de los palos más difíciles de la vida: perder a un padre siendo joven. Cuando empiezas a conocer a una persona jamás imaginas cuál es su historia, que lo lleva a actuar de una manera o a ser de otra. Jamás intuyes que tras una amplia sonrisa, se esconde una amarga historia. Que tras el sonido de una carcajada, brota una lágrima silenciada. Tendemos a juzgar sin conocer, y a conocer sin preguntar. Pero cuando dedicas cinco minutos de tu vida a escuchar, todo un mundo puede cambiar…Y así, aun sin saber por qué ni como, esa persona me escogió a mí. Me escogió entre muchos para que lo escuchara, para que dedicara cinco minutos de mi tiempo en no pronunciar una sola palabra mientras sus sentimientos afloraran.  Cinco minutos que me bastaron para saber que detrás de esa fachada había un corazón herido con ganas de luchar. Cinco minutos que hicieron que esa persona tocara la parte más sensible de mí: mis propios sentimientos. Unos sentimientos que se vieron envueltos por su capacidad de querer reponerse ante cualquier situación por grave que sea.

Hoy, quería darte las gracias a ti, tu que lees estas líneas y que sabes que van dedicadas a ti. Gracias por recordarme cuales son las cosas importantes de la vida: la familia, los amigos y las relaciones que se establecen entre ambos. Porque al final los amigos terminan convirtiéndose en familia. Gracias por ser como eres, por no abandonar nunca tu sonrisa en público aunque por dentro estés llorando. Gracias por demostrar que contigo se tiene un amigo hasta el final. Eres único y tú lo sabes. Y quien no lo quiera ver no es tu culpa. Ahora más que nunca, piensa en ti, en lo que quieres, márcate unos objetivos, lucha por ellos y no decaigas nunca en el intento. Demuéstrale a esa persona especial que se ha ido que lucharás por los dos, porque puedes. Quizás ahora es momento de dar un paso al frente, y de los grandes. De cerrar capítulos de tu vida que ya no aportan más que dolor, y abrir nuevas ventanas que te traigan aire fresco y renovado. Se feliz y nunca dejes que nadie te haga sentir lo contrario.

Quizás te preguntes porque escribo esto, pero como ya he dicho arriba, escribo cuando lo siento. Tenía la necesidad de escribir, de decirte quizás todo lo que en persona no me sale decir. Pero sobre todo para que puedas leerlo siempre que lo necesites.


No lo olvides, busca tu propia felicidad…y se muy Feliz.


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