Sería un verano diferente, algo dentro de mí me lo decía….
A principios de verano mi corazón, aun herido, se rehacía
poco a poco. Tras una relación que me dejó marcada y muy dolorida, decidí que tenía
que seguir adelante en cuanto a sentimientos del corazón se refería. De esta manera, mis latidos volvían a coger ritmo, y mi sonrisa poco a poco volvía a dibujarse en mi rostro.
Dicen mis amigas que cuando tomo una decisión no doy marcha atrás nunca, y asi
es: ¿Por qué permanecer al lado de una persona que realmente no te quiere ahí? ¿Por
qué permanecer al lado de una persona que te hace mas llorar que reir? Siempre
mantuve que hay que saber decir “Basta”. Que deberíamos saber establecer nuestro
propio límite y no permitir que nadie nos quite el derecho a decidir hasta cuando
aguantar. Hasta cuando sufrir. ¿Yo? Elegí el mejor momento para cerrar historias dolorosas y seguir adelante.
Hacía tiempo que no lo veía…de hecho hacia más de un año
que no había vuelto a verlo. Venia a pasar unos días conmigo y unos amigos. Ver
Granada por primera vez. Fue en aquella estación donde volvimos a
reencontrarnos, estación que casualmente ahora tantas veces nos ve partir y
llegar uno al lado del otro. Antes de verlo sentía ese cosquilleo que se siente
ante algo nuevo, como cuando un niño va a recibir un regalo por su cumpleaños.
Cuando mis ojos lo divisaron entre la multitud lo noté muy cambiado,
diferente, más juvenil y mucho más guapo desde la primera vez que lo vi. Aunque reconozco que lo que más me llamo la atención fue su sonrisa. Esa sonrisa perenne. Pero solo era un amigo, así que solo
lo vi con esos ojos. Horas después todo cambiaría...un beso inesperado dio a la historia un giro de ciento ochenta grados. Un beso que no cambiaría en estos momentos por nada del mundo.
Pasamos unos días juntos, pero esta vez solos, sin compañía
de nadie. Todo parecía sacado de un cuento. Lo que viví con él fue algo mágico,
no podía parar de sonreir y de reir. De ser feliz. En definitiva porque él no sabe hacer otro cosa que eso. Pero como todo lo bueno, se acaba, y el tenía que marcharse. Verlo partir en
aquel autobús me partió a mí en dos. ¿Qué había ocurrido en ese corto espacio de
tiempo? ¿Qué se había despertado en mí que hacía que me sintiera tan mal? ¿tan vacía?
Sorpresa la mía, cuando él me confesó que le ocurría lo
mismo. Un torbellino de emociones, sentimientos y dudas empezaron a brotar por
mi cabeza. ¿Debíamos intentarlo? ¿Dejarlo tal cual? ¿Cómo una historia bonita
que habíamos vivido los dos? ¿Qué pensaba él de todo esto? ¿Qué quería de mí? Estaba
echa un lio, no sabía qué hacer, no quería que me hicieran daño de nuevo, pues
mi corazón no soportaría otra herida más, pero lo que tenía claro es que
tampoco iba ignorar lo que había pasado esos dias entre los dos y lo
que me había hecho sentir. Asi que tomamos la mejor decisión que pudimos tomar:
ninguna. Dejamos pasar el tiempo, y que el decidiera. Y…
Aquí estamos…juntos los dos. A 400 km el uno del otro.
Demostrando que se puede mantener una relación a distancia, y que cada día va a
mejor. Demostrando que quien quiere puede. Solo es cuestión de creer en ello y sobre todo confiar el uno en el otro. Gracias por
enseñarme que después de la tormenta siempre llega la calma.
Meses después puedo decir que mi corazón consiguió cerrar aquella herida abierta. Y que fue su sonrisa y ese beso inesperado los que empezaron todo esto, toda nuestra historia. Desde entonces, solo he conocido la
felicidad con él...
Dejar ir a la persona equivocada, me trajo de momento y
espero que por mucho tiempo, a la persona correcta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario